¡Cuidado! ¿Cuál es la fuente real de lo que estás escuchando o viendo en Internet?


Vivimos en una era en la que abundan los contenidos supuestamente cristianos que pretenden hablar de la Biblia, pero en realidad distorsionan su mensaje porque su fuente no son las Escrituras. Plataformas como YouTube están saturadas de videos que en lugar de exponer las escrituras con fidelidad las manipulan con el propósito de agradar al espectador, de llamar poderosamente su atención. Muchos de estos mensajes no nacen de una meditación reverente en la palabra de Dios, sino del deseo de viralidad y aprobación humana. Se presentan historias aparentemente bíblicas, pero se les añade o se les quita, se adaptan a las emociones y preferencias de una generación que ama la religión superficial, pero rechaza la verdad transformadora del evangelio.

Esta tendencia no es nueva. Desde el principio, el hombre ha sido tentado a torcer lo que Dios ha dicho. El pecado del ser humano consiste precisamente en eso, en sustituir la verdad por la mentira y en adorar a la criatura antes que al creador. Por eso es urgente recordar que la Biblia no es un recurso cultural o un contenido motivacional. Es la palabra viva del Dios soberano.

Dios no necesita ser actualizado ni su mensaje ajustado a los gustos del siglo XXI. Dios es el creador y dueño absoluto de todo cuanto existe en el universo y en la tierra. Él es eterno, santo y justo. Es el único Dios vivo y verdadero, el Dios viviente, el Altísimo SEÑOR, único en esencia, pero manifestado en tres Personas divinas: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Dios en su infinita gracia envió a su hijo Jesucristo al mundo, no para entretener, sino para salvar. Él vivió una vida sin pecado, murió en la cruz como sustituto por pecadores y resucitó con poder, venciendo al pecado, al diablo y a la muerte. Este evangelio no se puede diluir ni reescribir para ser más aceptable. Es el poder de Dios para salvación para todo aquel que cree.

El problema del ser humano no es la falta de autoestima, ni el mal manejo de las emociones, ni la falta de prosperidad. El problema es el pecado y la única solución es Cristo. Porque no hay otro nombre dado a los hombres en el cual podamos ser salvos. Él es el Señor y Salvador, y todo aquel que se arrepienta de sus pecados y crea en Él, será perdonado, adoptado como hijo de Dios y sellado con el Espíritu Santo.

El pueblo de Dios debe estar despierto y vigilante, porque las Escrituras advierten claramente que en los últimos días vendrán tiempos peligrosos en los cuales muchos apostatarán de la fe escuchando espíritus engañadores y doctrinas de demonios. La apostasía no es una posibilidad remota. Es una realidad creciente y vendrá no desde fuera, sino desde dentro de muchos círculos religiosos que conservan una apariencia de piedad, pero niegan el poder de la verdad. Esta apostasía no se manifiesta solamente en el rechazo abierto de la Biblia, sino también en la distorsión sutil de sus enseñanzas, en el reemplazo de la sana doctrina por mensajes centrados en el hombre, en la psicología popular, en las emociones y experiencias subjetivas, en el misticismo y la superficialidad. Muchos profesan conocer a Dios, pero con sus obras lo niegan porque rechazan someterse a toda la escritura, a todo el consejo de Dios.

"Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes". (Efesios 6:12)

"Pues aunque andamos en la carne, no militamos según la carne; porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas, derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo". (2 Corintios 10:3-5)

Por eso urge volver al estudio profundo, reverente y constante de la palabra de Dios. No basta con oír mensajes cortos y superficiales. Es necesario escudriñar las Escrituras, conocer su contexto, su doctrina, sus promesas, sus advertencias. Solo así el creyente podrá mantenerse firme, discernir el error, rechazar lo falso y crecer en obediencia, fe y santidad. El que no conoce la verdad será arrastrado por la mentira.

Pero gracias a Dios, Él ha preservado a lo largo de la historia un remanente fiel. Y también hoy, aunque no sean populares ni tengan millones de seguidores, sí existen iglesias, ministerios, páginas web y canales que proclaman la sana doctrina. Dios siempre ha levantado pastores, maestros y hermanos que no se avergüenzan del evangelio, que aman la verdad y que enseñan con fidelidad la palabra. Ellos no buscan entretener, sino edificar. No buscan agradar al mundo, sino ser hallados fieles delante de Cristo.

Por tanto, el llamado es claro. No te dejes llevar por las voces más ruidosas ni por los canales más populares. Busca contenido que esté arraigado en la Escritura. Examina todo con discernimiento. No te conformes con mensajes agradables, sino busca aquello que es bíblico, verdadero y eterno.

Pero hay algo que no debemos olvidar. Ningún ser humano puede entender ni obedecer verdaderamente el evangelio por sus propias fuerzas. El corazón del hombre está entenebrecido, su mente está en enemistad contra Dios y su voluntad esclavizada al pecado. Por eso la conversión no es obra del esfuerzo humano ni de la persuasión emocional; las estrategias y maquinaciones humanas no salvan, sino el poder sobrenatural del Espíritu Santo. Solo Él puede regenerar el corazón del pecador, abrir su entendimiento, quebrantar su orgullo, darle una nueva naturaleza y llevarlo cautivo a la obediencia de Cristo. Es el Espíritu quien convence de pecado, justicia y juicio y quien glorifica al Hijo mostrando la hermosura y majestad del Salvador. Sin ese nuevo nacimiento, nadie puede ver el reino de Dios, ni mucho menos entrar en él.

Hoy es el día de salvación. Arrepiéntete y cree en el evangelio. Suplica, clama por salvación. Que Dios intervenga en tu vida. Entrega tu vida a Jesucristo. Niégate a ti mismo, toma tu cruz cada día y síguelo. Cristo viene pronto y viene por Su iglesia santa, sin mancha ni arruga, que ha sido comprada y lavada con Su sangre. Él es el único camino, la única verdad y la única vida. Él es la luz, el Testigo fiel y verdadero, el Primogénito de los muertos y el Soberano de los reyes de la tierra, el Alfa y la Omega, el que es y el que era y el que ha de venir, el Todopoderoso, el que es Santo y Verdadero, el Amén, el principio y el fin, el primero y el último, el Lucero resplandeciente de la mañana, el León de la tribu de Judá, el Verbo de Dios y el Rey de reyes y Señor de señores, el Mesías que reinará para siempre, el Cordero que está en el trono. Él es la puerta, la vid, el buen pastor, el pan de vida, Él es Dios. Sométete a Su palabra, vive para Su gloria y persevera hasta el final.

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