En un mundo saturado de religiones, tradiciones y caminos que prometen acceso a Dios, la Palabra de Dios se levanta con una declaración clara y definitiva:
“Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre, el cual se dio a sí mismo en rescate por todos” (1 Timoteo 2:5-6).
Este versículo es el fundamento de la doctrina cristiana de la mediación de Cristo. No se trata de una verdad secundaria, sino del corazón del evangelio. El mediador es aquel que reconcilia a dos partes en conflicto. En este caso, el hombre, pecador y rebelde, y Dios, santo y justo. Solo Cristo cumple con los requisitos divinos para restaurar esta relación.
Jesús, el único mediador según las Escrituras
Desde el Antiguo Testamento, Dios mostró la necesidad de un mediador: los sacerdotes, los sacrificios y los profetas apuntaban a la obra definitiva de Cristo. Sin embargo, estos eran solo sombras (Hebreos 10:1). La realidad se manifestó en el Hijo de Dios hecho hombre.
Jesús mismo lo afirmó de manera categórica: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre sino por mí” (Juan 14:6).
No dijo ser “un camino” o “una opción más”, sino el único camino. La exclusividad de Cristo como mediador elimina cualquier posibilidad de acceso a Dios mediante santos, ángeles, obras, sacramentos o religiones.
El autor de Hebreos refuerza esta verdad: “Por lo cual puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos” (Hebreos 7:25).
Su obra en la cruz fue completa y suficiente, y su intercesión actual garantiza que ningún creyente quede sin acceso al Padre. Como dice MacArthur: “Cristo no es un mediador potencial, sino el mediador perfecto, eficaz y suficiente” (Comentario a Hebreos).
Solus Christus: Cristo como único mediador en la Reforma
La Reforma Protestante del siglo XVI no fue meramente un movimiento político o cultural, sino una recuperación de la verdad bíblica del evangelio. Entre las cinco solas, el Solus Christus resalta con poder: solo Cristo es el mediador de salvación.
R. C. Sproul advierte: “Añadir cualquier otro mediador es negar la suficiencia de Cristo. Es decir que su obra en la cruz no fue suficiente y que se necesita algo más. Eso equivale a otro evangelio” (La fe sola).
John Owen, el gran puritano, fue aún más contundente: “No hay paz con Dios sin un mediador, y no hay mediador sino Jesucristo. Introducir otros es hacer vana la cruz” (La Gloria de Cristo).
La Reforma fue, en esencia, una batalla por afirmar la supremacía de Cristo como el único Salvador y Mediador. Por eso, los reformadores rechazaron con firmeza la enseñanza de que María o los santos podían interceder junto al Hijo. Lutero escribió: “No necesitamos otros mediadores; Cristo lo es plenamente, y aferrarse a otros es apartarse del evangelio”.
Los oficios de Cristo como fundamento de su mediación
Cristo es mediador porque cumple de manera única los tres oficios que en el Antiguo Testamento estaban separados:
Profeta: Nos revela la voluntad perfecta de Dios. Hebreos 1:1-2 declara que en estos últimos tiempos Dios nos ha hablado por el Hijo. Cristo no solo trae un mensaje de parte de Dios, sino que Él mismo es la Palabra encarnada (Juan 1:14).
Sacerdote: A diferencia de los sacerdotes levíticos, Cristo ofreció un solo sacrificio perfecto por los pecados (Hebreos 9:11-12). Además, permanece intercediendo por los suyos, asegurando su salvación eterna.
Rey: Como Señor soberano, gobierna y protege a su pueblo. Apocalipsis 19:16 lo presenta como “Rey de reyes y Señor de señores”.
Wayne Grudem resume: “Cristo, en su papel de mediador, cumple estos tres oficios de forma perfecta y eterna, y en ellos se encuentra la base de nuestra reconciliación con Dios” (Teología Sistemática).
La impecabilidad de Cristo como garantía de su mediación
Para ser mediador, Cristo debía ser sin pecado. De lo contrario, estaría en la misma condición de los hombres y no podría presentarse ante Dios en favor de ellos. Hebreos 4:15 confirma que fue tentado en todo, pero sin pecado.
Jonathan Edwards escribió: “La eficacia de Cristo como mediador se apoya en su pureza absoluta y en el valor infinito de su persona divina. Solo un Salvador sin mancha podía ofrecer una expiación suficiente” (Las Obras).
Esto significa que nuestra confianza no está en un mediador imperfecto, sino en Aquel cuya santidad perfecta garantiza que su intercesión jamás será rechazada.
Aplicaciones pastorales
Acceso directo a Dios: La doctrina de la mediación de Cristo tiene implicaciones prácticas y pastorales inmensas. No es una verdad abstracta, sino un fundamento de vida diaria.
Acceso en oración: Hebreos 4:16 invita a los creyentes a acercarse confiadamente al trono de la gracia. Cristo nos da acceso directo al Padre, sin necesidad de intermediarios humanos.
Seguridad en la salvación: Su intercesión continua asegura que ninguno de los que son suyos se perderá (Juan 10:28).
Confianza en la adversidad: Saber que Cristo intercede por nosotros en el cielo nos fortalece en medio de las pruebas. Como escribió Richard Baxter: “Ya que Cristo es nuestro Mediador, no hay excusa para vivir en duda o temor. Él es más fiel que nuestros corazones” (El Descanso Eterno de los Santos).
Objeciones y aclaraciones frecuentes
¿Podemos pedir oración a otros creyentes? Sí, la intercesión de los hermanos es bíblica y valiosa. Pablo exhorta:
“Exhorto ante todo, a que se hagan rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracias por todos los hombres” (1 Timoteo 2:1).
La oración de otros creyentes nos fortalece y nos ayuda a cargar los unos con los otros en la fe, como enseña Gálatas 6:2: “Llevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo”. Sin embargo, es crucial entender que esta intercesión no sustituye ni compite con Cristo como único mediador. MacArthur explica: “La oración de los santos es útil, pero no es un reemplazo de la mediación expiatoria de Cristo; su sacrificio es único e insustituible” (Comentario de 1 Timoteo).
Los puritanos también enfatizaban esto. Richard Baxter enseñaba que la oración de los creyentes es un medio de gracia y ayuda mutua, pero la eficacia última viene de Cristo: “Nuestra oración es aceptable y eficaz solo porque Él la presenta y la respalda ante el Padre” (El Descanso Eterno de los Santos).
¿María o los santos median por nosotros? La Biblia nunca asigna a María ni a los santos el rol de mediadores salvíficos. Hechos 4:12 declara con firmeza:
“Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos.”
La mediación salvífica, que consiste en reconciliar al hombre con Dios y expiar el pecado, corresponde exclusivamente a Cristo, quien ofreció el sacrificio perfecto y eterno.
Los reformadores insistían en esta verdad. Juan Calvino escribió: “Cristo es nuestro único mediador; atribuir mediación a cualquier criatura es negar la suficiencia de su obra” (Institución de la Religión Cristiana). John Owen también afirmaba que aunque los santos pueden orar por otros, jamás pueden presentar sacrificios por el pecado (La Gloria de Cristo).
¿La iglesia o los sacramentos median la gracia? La iglesia y los sacramentos son canales que Dios usa para aplicar la obra redentora de Cristo, pero no son mediadores por sí mismos. Por ejemplo:
La predicación, la Santa Cena y el Bautismo son medios de gracia; Dios obra por ellos, pero siempre en y por medio de Cristo.
La gracia que recibimos fluye directamente del sacrificio y la intercesión de Cristo, y no depende de rituales o instituciones.
Wayne Grudem explica: “Los sacramentos son medios ordenados por Dios para enseñar, recordar y fortalecer la fe, pero la eficacia última depende de Cristo, no del rito” (Teología Sistemática).
Los puritanos compartían esta perspectiva: Thomas Watson enseñaba que la iglesia es un canal de bendición y comunidad, pero Cristo permanece como el único mediador de la reconciliación con Dios (Las Bienaventuranzas).
Conclusión: Un llamado a descansar solo en Cristo
Hoy, como en tiempos de Pablo y de la Reforma, el mundo ofrece múltiples mediadores falsos: religiones, líderes, rituales y figuras que prometen acceso a Dios. Sin embargo, el evangelio insiste en una sola verdad:
“Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos” (Hechos 4:12).
Cristo es el único mediador entre Dios y los hombres. Él es el único camino, la única verdad, la única vida. No hay otro.
Como exhortaba John Flavel, otro puritano: “Cristo es el medio, el fin y la seguridad de todo creyente. Apartarse de Él es perderlo todo; aferrarse a Él es tenerlo todo”.
Hoy es el día para renunciar a todo falso mediador y descansar en Cristo únicamente, porque en Él tenemos acceso seguro, perdón completo y vida eterna.
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