«Existe un Dios, todopoderoso, eterno, invisible a nuestros ojos porque es espíritu, que es el mismo ayer, hoy y siempre porque es inmutable, santo, santo, santo, perfecto, justo, amoroso, bondadoso, misericordioso, paciente, soberano, que puede ver absolutamente todos nuestros pensamientos porque es omnisciente, que está en todas partes porque es omnipresente, que tiene bajo Su control todas las cosas -desde la más grande hasta la más pequeña- en el universo, en la tierra y debajo de la tierra porque es omnipotente, que no depende de nadie ni de nada porque es autosuficiente, que es un solo Dios en esencia, pero subsiste en tres personas: Dios el Padre, Dios el Hijo (Jesucristo) y Dios el Espíritu Santo. No hay otros dioses, la Biblia dice que solamente hay un Dios que subsiste en tres personas diferentes, que han coexistido eternamente (es decir, no tienen principio ni final) y Su amor dentro de la trinidad, es tan maravilloso, majestuoso y único que decidieron “hacer un plan” para mostrar y dar ese amor. Por ello, Dios creó la raza humana, para lo cual creó la tierra, los cielos, los planetas, las estrellas, las plantas, los animales y todo cuanto existe; este Dios de las Escrituras, lo creó todo. A Su siervo Moisés le dijo que se llamaba YO SOY EL QUE SOY, porque no hay nada ni nadie en todo lo creado que se parezca a Él. Dios es perfectamente santo y está totalmente separado de Su creación. No existe nadie ni nada que lo pueda afectar, influenciar, dominar o hacer que Él cambie “Su carácter inmutable” y “Su plan eterno”».
Dios es perfectamente santo y está totalmente separado de Su creación.
Toda la Biblia es el relato de una historia de amor entre Dios el Padre y Su Hijo Jesucristo, acompañados del Espíritu Santo. Originalmente, Dios creó la raza humana para que dependiera completamente de Él, lo adorara solamente a Él, fuera sumisa a Él y le diera la gloria a Él con toda su personalidad: intelecto, afectos y voluntad. Dicen las Escrituras, que como Él nos creó, entonces Él es el dueño y también el Juez, porque algo gravísimo sucedió: Los primeros padres Adán y Eva, de quienes desciende genéticamente toda la raza humana, a pesar de tenerlo todo en el huerto de Edén, escucharon “otra voz” diferente a la de Dios. Pero, no solamente escucharon, sino que “obedecieron” lo que esa voz les decía, que podían comer del fruto prohibido del árbol del conocimiento del bien y del mal, puesto que serían como Dios, y que “no morirían”, pues hasta ese momento el primer hombre y la primera mujer habían sido creados inmortales. Dios les había dicho que podían comer de todos los demás árboles del huerto, pero les prohibió comer del fruto de ese árbol. Dios quiso probar, conforme a Su plan, la fidelidad y la obediencia de Adán y Eva; entonces, apareció Satanás impersonado en una serpiente, quien tienta a Eva poniendo “duda” en su mente: ¿Conque Dios les ha dicho: “No comerán de ningún árbol del huerto”?. Eva "cae" presa de la conversación, y le dice: De todos los demás árboles, sí podemos comer, pero el del centro, no, para “no morir”. La serpiente le dice a la mujer “ciertamente no morirán” y sus ojos se abrirán y serán como Dios conociendo el bien y el mal. Entonces, Eva comió del fruto prohibido y le dio a su esposo Adán para que comiera también. Desde ese día, esa “otra voz” corrompió a la raza humana, y por eso, desde que nacemos, nuestros deseos son opuestos a los deseos de Dios. El pecado original fue “desobedecer a Dios” y desde ese momento, todo lo creado fue maldecido por Dios, como consecuencia de la caída en pecado de nuestros primeros padres. Toda la simiente que ha venido desde esa época, está separada de Dios, el Creador, sencillamente porque Dios odia con todo Su corazón el pecado, es decir, la desobediencia a Su Palabra. Esta es la razón fundamental por la cual, toda la raza humana está condenada al infierno, porque Dios estableció con claridad, desde el principio, que todo pecado sería juzgado. La paga del pecado es muerte (Romanos 6:23). Adán y Eva terminaron muriendo, tal como Dios les había advertido, si llegaban a comer del fruto prohibido, ciertamente morirían. El diablo los engañó, y los hizo caer en la trampa del pecado, argumentando que Dios era un mentiroso, que no morirían. Dios les advirtió. Pero ellos, decidieron escuchar y obedecer esa otra voz y por ello Dios los hace responsables.
Dios odia con todo Su corazón el pecado, es decir, la desobediencia a Su Palabra.
Desde ese tiempo, absolutamente todos escuchamos y obedecemos lo que esa otra voz nos sigue hablando a nuestras mentes y corazones “caídos”, y que no hagamos caso a Dios. La realidad es que no nos nace del corazón obedecer a Dios, y pecamos una y otra vez. Esa es la realidad en la cual vivimos todos sin excepción, y podemos probarlo con los diez mandamientos que Dios mismo nos dio a través de Su siervo Moisés: ¿Alguna vez has dicho una mentira en tu vida? Eres un mentiroso ¿Alguna vez te has apropiado de algo que no te pertenece? Eres un ladrón ¿Has mirado a una mujer con deseo lujurioso en tu mente? Eres un adúltero de corazón ¿Has deseado tener la mujer de tu prójimo o su casa o su carro o el trabajo o el talento o la belleza de alguien más? Has pecado con un corazón codicioso ¿Nunca estás contento o satisfecho con lo que Dios te ha dado? Has pecado de avaricia ¿Has honrado siempre a tu papá y a tu mamá? Por favor, sea honesto ¿Has tomado el nombre de Dios en vano, deshonrando e irrespetando Su caracter? Has pecado de blasfemia ¿Has hablado mal de tus familiares, de tus amigos o de otras personas, sin comprobar primero si es verdad o no? Has pecado dando falso testimonio. Y podemos seguir con más mandamientos, y nos damos cuenta que hemos pecado contra un Dios santo, justo y perfecto. No somos conscientes de esto en nuestras vidas, hasta que el Espíritu Santo "interviene sobrenaturalmente", quitando la venda de los ojos y abriendo los oídos para ser conscientes espiritualmente de estas transgresiones contra Dios el Padre y traer convicción de la necesidad urgente de un Salvador (Jesucristo), porque si hoy morimos en ese estado, en el tribunal de Dios, seríamos sentenciados como culpables e iríamos justamente al infierno, por ser desobedientes a las leyes de Dios. Dios es perfecto y nosotros somos pecadores, y la vara de medir es Dios mismo, dice la Biblia. Nunca podremos ser perfectos y satisfacer la justicia de Dios para poder vivir con Él en el cielo; entonces, estamos perdidos, si morimos, vamos seguro al infierno. Pero la Biblia también dice, que Dios entregó a su propio Hijo Jesucristo, como el único mediador, el sustituto legítimo, el varón perfecto, de la misma esencia de Dios, para que Él viviera una vida perfecta sin mancha de pecado, muriera en la cruz y recibiera toda Su ira en vez de nosotros, y resucitara al tercer día de entre los muertos para darnos vida eterna. Cristo pagó con Su sacrificio en la cruz nuestra condena y ahora no debemos nada, “Consumado es”. Esta es la razón por la cual Jesús vino a este mundo encarnado como un bebé, y siendo hombre, murió en la cruz del calvario por todos los pecados de aquellos que creeríamos en Él y así reconciliarnos con Dios y darnos vida eterna.
Cristo no solamente murió en la cruz del calvario para perdón de nuestros pecados sino que resucitó para darnos vida eterna.
¿Qué debemos hacer, entonces? Según la Biblia, entrar en nuestra alcoba y con la puerta cerrada, en secreto, arrodillarnos y confesar todos nuestros pecados delante de Jesucristo, arrepentirnos genuinamente, dar la espalda a nuestro pecado, suplicar por perdón de todos nuestros pecados y entregar nuestra alma a Cristo para recibir gratuitamente la fe salvadora “por gracia unicamente”; no por obras, para que nadie se jacte delante de Él. Debemos poner nuestra fe verdaderamente en Jesucristo y entonces seremos libres en Él. Ahora, Cristo será el Salvador y también el Señor de su vida, es decir, el Amo y Rey de su corazón. Este es el evangelio precioso, santo y poderoso, que tiene el poder de salvar su alma de la ira santa de Dios que viene y de la condenación eterna en el infierno. Ven a Cristo, hoy es el día de salvación, mañana es el día del diablo. Ven a Cristo, arrepiéntete de tus pecados y entrega tu alma por fe al Señor. Por favor, ¡hazlo antes que sea demasiado tarde!. Por amor a nuestro prójimo no podemos callar y debemos proclamar este evangelio a todas las personas que Dios coloque en nuestro camino. Nuestra oración al Señor es que, Él tenga misericordia y derrame Su gracia salvadora sobre usted y sus seres queridos. Los resultados son de Él, pues es el único que puede hacer realidad el milagro de la conversión de un pecador a un hijo de Dios».
Jairo Rodríguez es miembro de la Iglesia Bíblica Cristiana de Cali y sirve en los ministerios de oración, evangelismo y centro de bienvenida. Estudiante del Seminario de Expositores SEMDEX. Creador y administrador de Cristiano Bíblico.