Dios ha llamado a hombres calificados para servir como pastores de la iglesia del Señor Jesucristo, conforme a Su voluntad. Es por eso que la identidad y eficacia de cualquier iglesia están directamente relacionados con la calidad de su liderazgo. Las Escrituras enfatizan la importancia de esta posición y establece con claridad inequívoca las marcas que deben poseer los varones llamados a ejercer el ministerio pastoral en 1ª Timoteo 3:2-7 y Tito 1:6-8:

Irreprensible, marido de una sola mujer, sobrio, prudente, de conducta decorosa, hospedador, apto para enseñar, no dado a la bebida, no pendenciero, no codicioso de ganancias deshonestas, sino amable, apacible, no avaro, que gobierne bien su casa, que tenga a sus hijos en sujeción con toda honestidad, no un neófito, que tenga buen testimonio de los de afuera, dueño de sí mismo, sensible, capaz de exhortar en sana doctrina y de rebatir a aquellos que la contradicen, irreprensible como administrador de Dios, que no sea iracundo, sobrio, amante de lo bueno, justo y santo.

De acuerdo con las Escrituras, el pastor debe ser “irreprensible” de manera particular, lo cual implica ser un anciano líder que no pueda ser acusado de nada pecaminoso, de inmoralidad sexual, malversación de dinero, con una reputación sin mancha a nivel de su vida matrimonial, su vida social, su vida laboral y su vida espiritual. En ese sentido, debe ser un modelo de piedad, para que de esta forma de conducta irreprochable pueda llamar legítimamente a la congregación a seguir su ejemplo.

También, la Palabra de Dios, enfatiza no solamente el carácter y personalidad sino la aptitud del pastor para dedicarse al estudio profundo y diligente de las Escrituras y su capacidad para enseñarla a la congregación, aplicándola con sabiduría y en el poder del Espíritu Santo a cada corazón. Aquí cobra importancia crucial la oración, pues, más allá de la habilidad para enseñar, debemos reconocer que el poder de salvación y santificación radica exclusivamente en la Palabra misma de Dios.

El poder de salvación y santificación radica exclusivamente en la Palabra misma de Dios.

Dios no solamente llama, sino que prepara el carácter del pastor para levantarlo como un representante fiel hecho a Su imagen para cumplir con su responsabilidad principal cual es la de servir en la administración y cuidado de la iglesia. Esto trae consigo obligaciones específicas como supervisores espirituales del rebaño, gobernando, enseñando y predicando.

Esto trae consigo obligaciones específicas como supervisores espirituales del rebaño, gobernando, enseñando y predicando.

Por ello, no cualquier hombre puede ser pastor calificado, llamado por Dios, como sucede en muchas iglesias donde por diversas razones, fuera de las Escrituras, muchos hombres deciden ejercer el ministerio pastoral “alegremente” guiados por algún tipo de llamado místico, emocional o circunstancial. El llamado de Dios para ejercer como pastor tiene un juicio de mayor responsabilidad y consecuencias eternas. Se debe reconocer que un pastor no solo debe ser llamado y preparado espiritualmente por Dios, sino que la marca fundamental de su ministerio radica en su crecimiento en madurez espiritual, en la entrega sacrificial de su vida a la congregación, al discipulado de otros hombres y mujeres, a ofrecer su corazón entero a la obra del Señor en Su iglesia, de tal forma que ese liderazgo piadoso lleve cautivos a los pies de la cruz de Cristo toda alma puesta bajo su ministerio.

Jairo Rodríguez

Miembro de la Iglesia Bíblica Cristiana de Cali, Colombia. Sirve en los ministerios de oración y centro de bienvenida. Estudiante del Seminario de Expositores SEMDEX. Creador y administrador de Cristiano Bíblico.