La Palabra de Dios nos dice claramente que "engañoso es el corazón más que todas las cosas y perverso" (Jeremías 17:9) y muchas experiencias amargas confirman esto. Estamos pensando en una forma específica de autoengaño, es decir, de como una paz falsa nos puede engañar.

La regla para prevenir que seamos engañados por una paz falsa es la siguiente: Tenga cuidado de no suponer que tiene paz antes de que Dios pronuncie su veredicto (muchos fabrican para sí mismos una paz falsa). Su conciencia es la voz de Dios: Escuche lo que ella le dice. Cuando usted peque o esté consciente del poder de alguna concupiscencia o tentación, su conciencia le inquietará. Este es el método que Dios usa para advertirle del peligro. Dios es el que está perturbando su paz. Dios está inquietando su alma a fin de que usted se vuelva a El y le pida que conceda la paz a su alma. Cuando Dios le inquieta en esta forma, su peligro más grande es el de tratar de crear una paz falsa en su alma. En el tiempo de Jeremías, los falsos profetas eran culpables de haber proclamado una paz falsa. Dios habla de ellos en la siguiente manera: "Curan la herida de mi pueblo con liviandad, diciendo: 'Paz, paz; y no hay paz.'" (Jeremías 6:14). Usted debería tener cuidado de no hablar como un profeta falso a su propia alma diciéndole: "paz, paz", cuando Dios mismo no ha dado esa paz.

Cinco maneras para distinguir la diferencia entre la paz que Dios da y la paz falsa que puede darse usted mismo:

1. Cualquier paz que no traiga consigo un aborrecimiento hacia el pecado que ha turbado su alma es una paz falsa.

La paz que Dios proclama al alma siempre trae consigo una conciencia de vergüenza y un deseo santo de mortificar los deseos pecaminosos. Si usted mira hacia Cristo, quien fue traspasado por su pecado, usted, "se afligirá" (Zacarías 12:10). A menos que haga esto, no puede haber santidad, ni paz. Cuando usted acude a Cristo para aliviar sus heridas, se fe descansa en un Salvador traspasado y herido. Ahora, si usted hace esto con la ayuda del Espíritu Santo, le será dado un aborrecimiento hacia el pecado que ha turbado su paz. Cuando Dios pronuncia la paz, el alma se llenará de vergüenza por todas las formas en que el pecado ha afectado nuestra relación para con El. (Ezequiel 16:59-63)

Es posible que seamos inquietados debido a las consecuencias del pecado, sin que aborrezcamos al pecado mismo. En su inquietud, usted puede estar buscando la misericordia de Cristo y al mismo tiempo, estar cobijando el pecado que usted ama. Esta forma de buscar la misericordia jamás traerá una sólida y verdadera paz. Por ejemplo, supongamos que su conciencia le convence de que ha amado al mundo. Las palabras de 1ª Juan 2:15 turban su paz: "No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él". En su turbación, usted se vuelve a Dios para que le perdone, pero usted está más preocupado acerca de las consecuencias de su amor hacia el mundo, que por el pecado de haberlo amado. ¡Esta es una mala señal! Quizás usted será salvo, pero a menos que Dios haga lo necesario para que usted realmente odie su pecado, nunca tendrá paz en esta vida.

2. Cualquier paz que no sea acompañada por una convicción de pecado, de justicia y de juicio (vea Juan 16:8) es una paz falsa.

Cuando Dios pronuncia la paz, nunca lo hace en "palabra solamente", sino que siempre viene acompañada por el poder del Espíritu Santo. (Vea 1ª Tesalonicenses 1:5) La paz de Dios, efectivamente sana la herida. Cuando nosotros fabricamos una paz falsa, no tardará mucho sin que el pecado que perturba nuestra alma, brote nuevamente.

Como regla general, Dios quiere que sus hijos esperen hasta que El mismo les comunique su paz. Como el profeta Isaías dice: "Esperaré pues á Jehová, el cual escondió su rostro de la casa de Jacob, y á él aguardaré." (Isaías 8:17) Dios puede sanar la herida del pecado en un instante. Sin embargo, en ocasiones como un médico, se tarda para limpiar cuidadosamente la herida, para que cicatrice adecuadamente. Todos aquellos que fabrican su propia paz no tienen tiempo de esperar para que Dios haga cabalmente su obra. Tal persona acude a Dios aprisa y supone que recibió la paz tan pronto como la pidió. No hay ninguna espera para que el Espíritu de Dios sane adecuadamente la herida del pecado.

La paz de Dios endulza el corazón y da gozo al alma. Cuando Dios da paz, sus palabras no solamente son veraces, sino que también hacen bien al alma. "¿No hacen mis palabras bien?" (Miqueas 2:7) Cuando Dios habla paz, guía y preserva el alma para que no se vuelva a la locura: "Escucharé lo que hablará el Dios Jehová: Porque hablará paz á su pueblo y á sus santos, Para que no se vuelvan á la locura." (Salmos 85:8) Cuando una persona fabrica' su propia paz, su corazón no es sanado del pecado y entonces continúa en un estado de retroceso. Por otra parte, cuando Dios pronuncia la paz, ésta viene acompañada por una consciencia tan fuerte de su amor, que el alma se siente obligada a mortificar los deseos pecaminosos.

3. Cualquier paz que trata con el pecado en una forma superficial es una paz falsa.

Como señalamos anteriormente, ésta es la queja que Jeremías hizo respecto a los profetas falsos en su tiempo. "Paz, paz" decían ellos, cuando "no había paz" (Jeremías 6:14). En la misma manera, algunas personas hacen que la sanidad de sus heridas pecaminosas sean una obra fácil. Ellos se fijan en alguna promesa de la Escritura y piensan que son sanados. Pero, una promesa de la Escritura puede hacer bien solamente cuando es mezclada con la fe (Hebreos 4:2). No es una mirada superficial hacia la palabra de misericordia, o hacia alguna promesa lo que trae la paz. Es necesario mezclar la promesa con fe y aplicarla a nuestro propio caso. De lo contrario, nos encontraremos fabricando una paz falsa. En tal caso, no pasará mucho tiempo sin que su herida se abra nuevamente y entonces sabrá que aún no ha sido sanado.

4. Cualquier paz que trata con el pecado en forma parcial es una paz falsa.

El creyente sincero no buscará simplemente estar en paz respecto a los deseos pecaminosos más inquietantes o escandalosos. Si tratamos solamente con los pecados que nos inquietan mucho, pero no con aquellos que casi no nos inquietan, entonces estamos tratando con el pecado a medias. Cualquier paz que pudiéramos recibir tratando con el pecado en esta manera, es falsa. Podemos esperar la paz de Dios solamente cuando respetemos por igual todos sus mandamientos. Dios nos justifica de todos nuestros pecados. Dios nos manda mortificar igualmente, todos nuestros pecados.

"Muy limpio eres de ojos para ver el mal..." (Habacuc 1:13)

5. La paz de Dios es una paz que humilla, tal como lo vemos en el caso de David en Salmo 51:1.

Piense en la profunda humillación que David sintió cuando Natán le habló la Palabra de Dios respecto a su perdón (2ª Samuel 12:13). En resumen: Si usted quiere estar seguro de la paz de Dios, aprenda a caminar en la comunión íntima con su Salvador. Jesús nos dice, "Mis ovejas oyen mi voz". Mientras que aprendemos a tener comunión con nuestro Salvador, aprenderemos a distinguir entre su voz y la voz de los extraños. Cuando El habla, lo hace como ningún otro hombre, porque habla con poder. Cuando Jesús habla, de alguna manera hará que su corazón arda dentro de usted tal como lo hizo con los discípulos en el camino a Emaús (Lucas 24:32).

La otra evidencia principal de que el Señor ha pronunciado paz al alma es el bien que produce. Sabemos que el Señor ha pronunciado la paz cuando el resultado es una persona más humilde. Sabemos que el Señor ha pronunciado paz cuando los deseos pecaminosos han sido verdaderamente debilitados, cuando las promesas de paz le conducen a amar a Dios y a purificar su alma. Sabemos que el Señor ha pronunciado paz cuando hay una verdadera tristeza por el pecado. Cuando hay una obediencia amorosa y un intento de mortificar el egoísmo o el amor propio, entonces podemos decir que el Señor ha pronunciado paz.

John Owen

(Stadhampton, Oxfordshire, 1616 - 24 de agosto de 1683) fue un teólogo y líder de la iglesia congregacional inglesa, administrador académico de la Universidad de Oxford y asesor en asuntos religiosos de Cromwell. Fue uno de los mayores teólogos y líderes del calvinismo puritano, de suerte que llegó a ser llamado el “Calvino de Inglaterra" y el “Príncipe de los puritanos”. A la postre se convirtió en un escritor popular y prolífico, que en 41 años completaría más de 80 obras, muchas de las cuales se convirtieron en clásicos cristianos.