En la cruz vemos el peso de la realidad de la maldición y la ira del Señor. Cuando Jesús está en la cruz, Él toma sobre Sí todo el pecado, y toda la maldición, y toda la ira de cada creyente cristiano de verdad, pasado, presente y futuro.

En ese momento cuando el Padre ve a Jesús quien tiene sobre Sí todos los pecados del mundo, ve la masa de pecado más grotesca y obscena en la historia del universo, porque no es solamente el pecado de una persona sino que es el pecado de millones y millones de personas concentrado en un punto; y en su santidad el Padre le repugna lo que ve, es como decir: qué asco es Él. Pero el problema es que, Él es Su propio Hijo, le repugna lo grotesco de Jesús, al hacerse pecado por nosotros por primera vez en la historia del universo; aparta Su rostro de su Hijo amado.

Él apaga la luz de Su gloria en ese momento y Él da completamente la espalda y rechaza completamente a su Hijo Cristo Jesús.

La bendición de Su favor se ha ido, la comunión se ha ido, la creación en ese momento demuestra físicamente lo que está sucediendo espiritualmente y apaga la el sol. La maldición fue tan grave, que el sol mismo se apaga. Esto es una reflexión de que nada bueno está sucediendo para Jesucristo en ese momento, y Jesús clama en angustia, del infierno literal que está experimentando en ese momento: ¡Dios mío, Dios mío, por qué me has abandonado!

La primera vez en la historia del universo que estaba completamente rechazado y abandonado de su Padre amado. Jesús ni siquiera sintió los clavos, ni la corona de espinas. Él estaba tan abrumado de la oscuridad, de la ausencia de su Padre, Él estaba en ese momento en la realidad del infierno, pero no el infierno de una persona, sino de billones al mismo tiempo, una dosis concentrada en Él. Toda la gracia del Padre se había ido, la presencia de Dios se había ido, y todo fue por culpa de nuestros pecados. Y Jesús iba a cargar nuestros pecados, Él tenía que experimentar la plenitud de la maldición por nosotros, Él tuvo que experimentar el abandono total y completo por parte del Padre, y después Jesús grita: ¡Consumado es! e inclinando la cabeza, entregó el espíritu.

¡Estaba hecho! La ira había terminado, Él había sobrevivido el infierno que merecemos y que hemos ganado; la maldición había terminado y la bendición había regresado. Y la comunión con el Padre había sido de nuevo restaurada, y Él estaba en paz y comunión perfecta de nuevo con Su Padre.

Y ahora, porque no hay más ira en la copa para aquellos que creen en Él, nosotros tenemos libertad y acceso a Dios, con confianza, por medo de la fe en Él. Y podemos presentarnos, sin mancha, en presencia de Su gloria, con gran alegría.

Me encanta, Judas 24, porque dice, que Él puede permitirnos estar delante del Señor con alegría. Eso es tan inmerecido, nunca debo estar delante de este Dios santo con alegría, debo tener temor, hasta un punto infinito; pero a través de Cristo Jesús, yo puedo decir: sabes, yo no temo mi padre Dios porque la copa de ira ya ha sido tomada, y no hay ni una gota para aquellos que creen en Él.

Michael Dennis

Es pastor en la Iglesia Bíblica Cristiana de Cali. Es consejero bíblico certificado por ACBC (Association of Certified Biblical Counselors). También es profesor del Seminario de Expositores SEMDEX. Tiene un M.Div de The Master's Seminary.