Por:
Steven J. Lawson
“¿Existe la verdad absoluta?”
A
menudo, muchos hacen hoy día esta pregunta. Vivimos en una generación que niega
cualquier idea de la verdad. El único absoluto parece ser que no hay absolutos,
y la única verdad es que no hay verdad. Estas afirmaciones no son teóricas,
sino que tristemente representan la mentalidad de nuestro mundo posmoderno. Hoy
día es común oír a las personas decir: “Tú tienes tu verdad, y yo tengo la
mía”. En el mercado contemporáneo de ideas, las opiniones personales y el
pragmatismo insensible son la moneda de compra y venta.
El
flagrante rechazo a la verdad absoluta no es nada nuevo, sino que puede
rastrearse muchos siglos atrás. Oímos el eco de la negación a lo largo de los
corredores del tiempo, todo el camino de regreso a la vida y al ministerio de
nuestro Señor Jesucristo. La noche antes de su crucifixión, Jesús fue juzgado
ante Poncio Pilato y participó en una conversación en la que Pilato condenó la
verdad. Este había oído a Jesús hablar de su reino y proclamar que era un rey.
Tras la afirmación de Jesús de que “todo aquel que es de la verdad, oye mi
voz”, Pilato replicó escépticamente: “¿Qué es la verdad?” (Juan 18:37-38).
Esta
es la pregunta eterna que fue expresada por Pilato cuando se hallaba cara a
cara ante Aquel que es la Verdad encarnada. No fue una pregunta sincera
planteada por alguien que buscaba saber la verdad. Más bien, fue una negación
desafiante de que exista algo así como la verdad. La declaración de Pilato fue
pronunciada con total desprecio: un regaño desdeñoso expresado con sarcasmo.
Esta refutación pretendía menospreciar la especulación de cualquier afirmación
de verdad en el mundo. Declarada en un tono áspero de burla, esta mofa fue una
punzada mordaz de Pilato al Señor Jesucristo. Tuvo la intención de denigrar la
idea de que alguien, y mucho menos Jesús, podía decir que conoce y habla la
verdad. Pilato rechazó categóricamente la idea misma de una afirmación de
verdad exclusiva.
Esta
pregunta fundamental, “¿Qué es la verdad?”, ha repercutido a lo largo de los
siglos y ha vociferado cada vez con más fuerza hasta el momento actual. Vez
tras vez con mayor volumen, escuchamos el mantra repetido: “¿Qué es la
verdad?”. El espíritu de Pilato vive hoy más fuerte que nunca. Esta
incredulidad está vivita y coleando en los campus universitarios; reina en los
salones del gobierno; legisla nuestra moral pública y predomina en nuestros
medios de comunicación; se enseña en muchos seminarios y se encuentra en innumerables
púlpitos. Vivimos en una cultura que desafía incansablemente cualquier idea de
verdad exclusiva. Es más, nuestra sociedad no solo cuestiona la realidad de la
verdad, sino que se ha opuesto con vehemencia a ella. Somos tolerantes con
cualquiera, excepto con quien afirma conocer la verdad absoluta.
Los
elementos de esta conversación entre Jesús y Pilato representan un microcosmos
de la batalla que se libra por la existencia de la verdad de Dios en nuestro
mundo moderno. Esta confrontación empieza con el enfático rechazo que Pilato
hizo a la verdad, avanza con la afirmación de Jesús sobre la realidad de la
verdad y culmina con la aseveración de Jesús sobre el reinado de la verdad en
las vidas de los creyentes. Al ver este diálogo entre Jesús y Pilato desde
estas tres perspectivas, encontraremos una visión penetrante y aplicaciones más
amplias para nuestras vidas actuales. Esta triple perspectiva nos preparará
para defender con eficacia la verdad en nuestros días.
El
rechazo de la verdad
Al
pronunciar las palabras: “¿Qué es la verdad?”, Pilato promulgó un rechazo
inequívoco de la existencia de la verdad definitiva. Este desprecio de la
verdad es un pecado tan grave como antiguo. Lo vemos desde el principio de la
creación, cuando Satanás, la serpiente, se escurrió por primera vez en las
páginas de la historia humana y lanzó su tentación original para rechazar la
verdad. Este fue su intento de crear un mundo en el cual proliferaría el
rechazo de la verdad. El rechazo de la verdad es donde empezó el pecado, y
continúa hasta la actualidad.
Con
esto en mente, Pablo escribe: “Porque la ira de Dios se revela desde el cielo
contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la
verdad” (Romanos 1:18). Siempre que se suprime la verdad de Dios, el resultado
es creer una mentira: “Ya que cambiaron la verdad de Dios por la mentira,
honrando y dando culto a las criaturas antes que al Creador” (Romanos 1:25).
Este rechazo de la verdad es la muerte de toda vida individual y la destrucción
de cualquier sociedad colectiva. La espiral descendente siempre empieza con el
rechazo de la verdad.
Continua
y crecientemente, nuestra sociedad posmoderna ha cambiado la verdad de Dios por
una mentira. Esta atroz sustitución ha tenido graves consecuencias para la vida
de los pueblos y para nuestra cultura pluralista. Años atrás Allan Bloom,
destacado profesor universitario, escribió un libro titulado El cierre de la
mente moderna. Mientras instruía a los alumnos más brillantes de su época,
escribió que el 95% de todos los estudiantes universitarios que ingresaban eran
relativistas declarados, que rechazaban cualquier idea de verdad definitiva. Al
momento de graduarse, el 97% de los estudiantes rechazaban toda afirmación de
verdad exclusiva absoluta. Ninguna cultura puede sobrevivir mucho tiempo con
tal negación. Esta negativa acérrima de reconocer la verdad está asolando como
un tsunami a nuestra sociedad, y sus embates han sumergido a la mayoría de las
mentes modernas.
Un
filósofo astuto afirma que estamos levantando una generación de “tartamudos
morales”. Otros lo llaman “analfabetismo moral”. Aun otro observador declara:
“Hay un vacío en nuestro ozono moral”. Esto ha producido un mundo en implosión,
en el que se practica y aprueba el aborto, la homosexualidad, la eutanasia, la
pornografía, la identidad transgénero y toda clase de comportamiento obsceno.
Este abandono de los valores morales puede rastrearse hasta el rechazo de la
verdad. Cuando la verdad absoluta se aparta, todo está permitido. Por desdicha,
el individuo moderno tiene ahora sus pies firmemente plantados en el aire.
Según
parece, el pecado supremo de hoy no es cometer una iniquidad moral, sino hacer
una afirmación exclusiva de verdad absoluta. El pecado imperdonable en esta
generación es afirmar absolutos morales. La abominación actual es aseverar que
la Biblia es la norma autorizada de la verdad y sostener que todo lo que sea contrario
a la verdad es mentira. Esa es una anatema en el mundo que rechaza la verdad en
el siglo XXI.
Muchos
reclamos de la verdad
Este
abandono a la norma de la verdad absoluta ha resultado en varios reclamos de la
verdad. El humanismo afirma que el hombre es la verdad. El pragmatismo declara
que cualquier cosa que funcione es la verdad. El pluralismo expresa que todos tienen
parte de la verdad. El relativismo formula que cada situación determina la
verdad. El misticismo asevera que la intuición es la verdad. El escepticismo
ratifica que nadie puede conocer la verdad. El paganismo dice que lo que se
siente bien es la verdad. El existencialismo declara que la autodeterminación
es la verdad. El secularismo afirma que este mundo actual es la verdad. El
positivismo expresa que todo lo que el hombre confiese es la verdad. Este es el
mundo en que vivimos, un mundo que rechaza la afirmación de cualquier verdad
absoluta que sea la norma para todos.
Este
rechazo universal de la verdad absoluta es lo que enfrentamos al vivir en este
mundo. Estamos rodeados por sus burlas que cuestionan: “¿Qué es la verdad?”.
Quizá esto es lo que enfrentas en tu ambiente laboral. Quizá es lo que
enfrentas en tus reuniones familiares. Existe una fuerte probabilidad de que
esto sea lo que enfrentes en tu campus universitario. Y esto es exactamente lo
que Jesús enfrentó cuando estaba ante Pilato. En este sentido, estás en buena
compañía. Por tanto, permítenos investigar cómo respondió el Señor en su
confrontación.
La
realidad de la verdad
Cuando
Jesús fue juzgado ese día, afirmó que existe verdad; sostuvo además que existe
la verdad. Él informó a Pilato que la razón de haber venido al mundo fue
enseñar y afirmar la verdad. Mediante esta declaración, Jesús afirmó tener un
monopolio exclusivo sobre la verdad. Es más, aseveró que Él mismo es la verdad.
El apóstol Pablo afirmó esto cuando
escribió que “la verdad, está en Jesús” (Efesios 4:21). En otras palabras, toda
verdad está en Jesucristo, quien es la misma encarnación de la verdad.
¿Cómo
podemos definir la verdad? La palabra verdad (en griego, alétheia) significa
“una realidad que es firme, sólida, vinculante”. Representa aquello que tiene
certeza y en lo que se puede confiar. En una palabra, la verdad es realidad. La
verdad es como es todo en realidad. La verdad no es como puedan parecer las
cosas. Tampoco es como queremos que sean las cosas ni es lo que las encuestas
de opinión afirman que algo es. Por el contrario, la verdad es el modo en que
las cosas realmente son. ¿Qué identifica sus características principales? Hay
ocho puntos de referencia que nos ayudan a distinguir lo que Francis Schaefer
denominó “verdad verdadera”, de los impostores de la verdad.
A
continuación, ocho características distintivas de lo que constituye la verdad.
Cada una es un eslabón crítico en una cadena que nos proporciona una visión
comprensiva de la verdad.
La
verdad viene de Dios
En
primer lugar, la verdad es divina. Es decir, toda verdad se origina en Dios. La
verdad no viene del hombre, no deriva de este mundo, tampoco surge de los
pensamientos colectivos de la sociedad y la cultura, ni la determina la opinión
de la mayoría. Por el contrario, la verdad viene solo de Dios. Dios el Padre es
“Dios de verdad” (Salmo 31:5), Dios el Hijo es “la verdad” (Juan 14:6), Dios el
Espíritu Santo es “el Espíritu de verdad” (Juan 14:17; 15:26; 16:13). Todas las
tres personas de la Divinidad son verdad. En este sentido, la verdad es
trinitaria. Cada persona de la Trinidad es la norma de toda verdad y habla
solamente la verdad. Sus palabras son verdad, y sus juicios están gobernados
por la verdad. Todas las tres personas (Padre, Hijo y Espíritu Santo) piensan,
hablan e interpretan la verdad.
Entonces,
¿qué es la verdad? Es la revelación personal del propio ser divino, la
revelación personal de la naturaleza, mente y voluntad de Dios. El autor de
toda verdad es Dios. Él es la única causa de la verdad, el gobernador supremo
de la verdad y el máximo árbitro de la verdad. Como la norma definitiva de la verdad,
Dios mismo mide todas las cosas. Todo lo que está de acuerdo con lo que Dios
es, dice y hace es verdad. En este sentido, Dios es el juez final de toda
verdad. Por tanto, el pecado es lo que Él dice que es. El cielo y el infierno
son exactamente lo que Dios afirma que son. La salvación es lo que Él declara
que es. La moral y la familia son lo que Dios expresa que son. La Biblia
manifiesta: “sea Dios veraz, y todo hombre mentiroso” (Romanos 3:4).
La
verdad es una entidad fuera de este mundo. Viene de otro reino. Viene del
carácter y de la mente misma de Dios. Por tanto, si quieres encontrar la
verdad, no debes mirar en tu interior. No debes encuestar al mundo para encontrarla.
Debes mirar a Dios y su Palabra como la única fuente de la verdad definitiva.
La
verdad reina en forma suprema
En
segundo lugar, la verdad es absoluta. Es decir, la verdad reina como la
autoridad suprema en determinar todo asunto. Todo se rinde a la verdad. La
verdad tiene la primera y la última palabra en cada asunto. En este sentido, la
verdad es soberana. Es exclusiva, no inclusiva. La verdad traza una línea clara
entre lo que es y lo que no es verdad. Por tanto, la verdad es discriminatoria.
La verdad hace distinciones precisas entre el bien y el mal. Nunca es tanto lo
uno como lo otro, y siempre es o lo uno o lo otro. La verdad no es relativa,
arbitraria o condicional. Siempre es concluyente e incondicional. Todo lo que
está fuera de ella es falso por definición, mientras que todo lo que está
dentro de la verdad es cierto.
Por
el contrario, Satanás es mentiroso y padre de mentira. Sus siervos expresan su
idioma nativo de falsedades. Él es “el dios de este siglo” (2ª Corintios 4:4), “el
príncipe de este mundo” (Juan 12:31) y el “príncipe de la potestad del aire” (Efesios
2:2). Este malvado sistema mundial está lleno de sus mentiras. En última
instancia, solo hay dos padres en el mundo, con dos familias. La primera familia
está conformada por los que le pertenecen a Dios y solo oyen la verdad. La
segunda familia tiene al diablo por padre y rechaza la verdad de Dios, tal como
Pilato hizo.
La
verdad es una realidad
En
tercer lugar, la verdad es objetiva. Es decir, es proposicional. Se expresa en
palabras claramente definidas que tienen un significado preciso. La verdad
habla con palabras específicas que tienen un significado definido. Es concreta,
en blanco y negro, y estrictamente definida. Nunca nubla los límites. No se expresa
en términos ambiguos. La verdad no es vaga ni confusa. Es incisiva; se enfoca
como un rayo láser. Es explícita, exacta y clara en su significado. La verdad
es objetiva, racional y tangible. No se basa en sentimientos subjetivos, sino
en hechos objetivos.
Específicamente,
la verdad está contenida en la Palabra escrita de Dios. Se expresa en palabras
reales que pueden estudiarse e interpretarse. Y es verdadera sin importar cómo
se sienta alguien al respecto. Siempre es cierta, sea que hable subjetivamente a
algún individuo dado o no. La verdad es verdad de todos modos. No tiene que ser
creída para ser verdad. Cuando Dios habla, declara lo que es verdad. Dios no ha
tartamudeado ni balbuceado cuando ha declarado su verdad.
Toda
verdad mantiene una posición común
En
cuarto lugar, la verdad es singular. Cuando Jesús representó la verdad ante
Pilato, habló de la verdad como una entidad. El artículo definido la evita que
sea simplemente una verdad. Cuando Jesús aseveró la verdad, enfatizó que toda
verdad es un sistema de realidad revelada. Cada elemento de la verdad calza
perfectamente en un organismo de divinidad. La verdad nunca se contradice. La
verdad nunca está en desacuerdo consigo misma. La verdad nunca exhibe doble
cara, y no la anula otra afirmación de otra verdad. Lo que Dios dice a una
persona es lo que dice a todas las demás. La verdad nunca es cierta para
alguien, pero falsa para otra persona. La verdad siempre es verdad para todo
individuo.
Francis
Schaefer escribió hace años: “El cristianismo no son solo fragmentos, hay un
principio y un final, todo un sistema de verdad, el cual es el único que planteará
todas las inquietudes que se nos presentan cuando enfrentamos la realidad de la
existencia”. (1) Es decir, la Biblia
siempre transmite el mismo mensaje, pues siempre presenta una concepción
coherente del mundo. Siempre que la verdad habla, hace el mismo diagnóstico del
problema de la condición humana. Establece un plan de salvación para la
humanidad caída. Presenta una historia de redención para las edades. Ofrece al
mundo un Salvador de pecadores. Brinda un remedio de vida eterna. Presenta una visión
coherente del mundo como los lentes a través de los cuales vemos todo.
En
su totalidad, los sesenta y seis libros de la Biblia tienen coherencia. Cada
parte de las Escrituras expresa armonía perfecta con todas sus demás partes.
Como un tapiz finamente tejido, los hilos de la verdad se entretejen perfectamente
a lo largo de toda la Biblia. Si jalas un libro en Génesis, la Biblia se arruga
en Apocalipsis. Existe el cordón dorado del gobierno soberano de Dios en el
mundo que está tejido a través de toda la Biblia. También está el cordón rojo
de la redención que recorre todas las Escrituras. En las páginas de la Biblia,
hay una presentación constante de la verdad. Esta realidad afirma que la verdad
es singular, no pluralista, no presenta discordancia consigo misma. Toda verdad
está en perfecto acuerdo con cualquier otra verdad. Por tanto, lo que una persona
cree respecto a una verdad indicará lo que cree respecto a gran cantidad de
otras verdades, porque todas están fusionadas.
La
verdad nunca cambia
En
quinto lugar, la verdad es igualmente inmutable. Dios no cambia, y tampoco su verdad.
Lo que fue verdadero en el huerto del Edén es verdadero en todo el Antiguo
Testamento. Siguió siendo verdadero en el tiempo de Cristo y durante la
expansión de
la iglesia, y sigue siendo verdadero hasta el momento actual. La verdad nunca
deja de ser. Permanece cierta de una generación a la siguiente, de una época a
la siguiente. Lo que es verdad hoy nunca se vuelve falso mañana. Lo correcto
siempre es correcto, y lo incorrecto siempre es incorrecto. La sociedad intenta
redefinir la moralidad, y la cultura intenta reclasificar el bien y el mal,
pero la verdad jamás cambia. Está inalterablemente fijada, permanentemente
establecida y es firmemente constante. La verdad está por encima del tiempo y
trasciende los siglos. Es eterna y está anclada para siempre.
El
salmista declaró: “Para siempre, oh Jehová, permanece tu palabra en los cielos”
(Salmo 119:89). Isaías 40:8 afirma: “Sécase la hierba, marchítase la flor; mas
la palabra del Dios nuestro permanece para siempre”. Por tanto, la verdad
siempre está actualizada, siempre es contemporánea y siempre enfoca los
problemas del día. La verdad no pasa de moda ni es arcaica. Es de larga
duración y no tiene fecha de expiración. Nada nuevo puede remplazarla, y nunca
se vuelve obsoleta.
Hace
años yo estudiaba en la Facultad de Derecho, y pasaba largas noches analizando
y escudriñando la ley. Algo que descubrí fue que la ley que examinaba al principio
del semestre a menudo había cambiado cuando yo llegaba al examen final. Era
frustrante darme cuenta de que había invertido mucho tiempo en estudiar una ley
versátil. En esa época, comencé a estudiar y predicar la Palabra de Dios. Un
día me llamó la atención que parte de mi atracción por ella es que nunca
cambia. La inversión de mi tiempo en estudiar la Biblia me acompaña
permanentemente y no necesita actualizarse o cambiarse. Nunca despertaré un día
para descubrir que algo que una vez fue cierto se volvió falso. Tampoco habrá
ninguna nueva verdad.
La
verdad plantea exigencias
En
sexto lugar, la verdad es autoritativa. Lo que Dios ha declarado en su Palabra escrita
es fidedigno. Nada puede anular la verdad, la cual es como un monarca
entronizado que gobierna soberanamente sobre nuestras vidas. Cuando la verdad
habla, acalla todas las demás voces. Ninguna filosofía, religión o simple opinión
humana puede anular la verdad. Esta tiene el derecho de plantear exigencias
enérgicas en nuestras vidas. La verdad exige algo de nosotros. Cuando la Biblia
habla, Dios mismo se expresa y nos llama por medio de su verdad.
La
verdad no pretende ser puramente interesante. No tiene la simple intención de
estimular nuestra curiosidad. La verdad no debe ser una búsqueda intelectual en
sí. No podemos inclinarnos cortésmente ante la verdad y seguir nuestro propio
camino. La verdad no es una sugerencia en la cual reflexionar ni una opción que
debamos sopesar. La verdad nos impone la responsabilidad de actuar. Tiene
derecho de hacer exigencias enérgicas sobre nuestras vidas, porque habla con la
soberanía de Dios. Goza del derecho a gobernar nuestras vidas, y debemos
obedecerla; además demanda nuestra respuesta.
La
verdad penetra profundamente
En
séptimo lugar, la verdad es poderosa. Penetra profundamente, convenciéndonos y
retándonos. Hebreos 4:12 declara: “La palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante
que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las
coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón”.
Es decir, la verdad de la Palabra de Dios llega al núcleo de nuestro ser. Todas
las demás palabras simplemente yacen en la superficie de nuestras vidas.
Masajean nuestros egos o estimulan nuestras fantasías. Pero la verdad aplasta y
penetra las profundidades de nuestros propios corazones; hasta los huesos. Cuando
la verdad nos perfora, nos abre y nos permite vernos como Dios nos ve.
La
verdad es tan poderosa que por sí sola puede salvarnos de la ira venidera.
Puede santificarnos a la imagen de Jesucristo. Tiene el poder de fortalecer a
los frágiles. Alienta a los abatidos. Guía a los perdidos. Estimula a los débiles.
Consuela a los desanimados. La verdad hace lo que solo Dios puede hacer, porque
es la verdad de Dios mismo.
La
verdad determina destinos
En
octavo lugar, la verdad es determinante. Tu relación con la verdad traza el
curso de tu vida en este mundo. Define el modo en que amarás a tu cónyuge,
criarás a tus hijos y dirigirás tus negocios. La verdad es una lámpara a tus
pies y una luz en tu camino. Es tan determinante que todo tu ser está marcado
por ella. En última instancia, la verdad dirá si pasas la eternidad en el cielo
o el infierno. Tu destino final lo determina la verdad.
Por
estos atributos de la verdad, podemos discernir su naturaleza. Todo lo que no
está alineado con la verdad es, en el mejor de los casos, un error y, en el peor,
una mentira. Vivimos en una época en la cual, en gran parte, el mundo rechaza
la verdad. Como resultado, debemos entender con claridad qué es realmente la verdad.
Quienes pertenecemos a Cristo debemos defender audazmente la verdad, así como
Él la defendió ante Pilato. Debemos afirmarla para la gloria de Dios y para
salvación de quienes nos rodean.
El
reino de la verdad
Poncio
Pilato rechazó en forma insolente la verdad cuando se burló: “¿Qué es la
verdad?”. Esto fue en respuesta a las palabras pronunciadas por Jesús, que
habían afirmado la realidad de la verdad: “Yo para esto he nacido, y para esto
he venido al mundo, para dar testimonio a la verdad”. Después Jesús afirmó el
reino de la verdad cuando le manifestó a Pilato: “Todo aquel que es de la
verdad, oye mi voz” (Juan 18:37). Jesús hablaba aquí del reino de la verdad en
los corazones de hombres y mujeres. Si todas las personas tuvieran aversión a
la verdad, ¿cómo la recibiría alguien? ¿Por qué algunos aceptarían la verdad?
Cristo lo explica en estas palabras.
Jesús
estableció claramente que aquellos que son “de la verdad” oirán su voz. Ser “de
la verdad” significa nacer espiritualmente por la verdad del evangelio salvador
de Jesucristo. Esto describe a quienes han sido regenerados mediante la verdad,
aquellos que han creído la verdad y pertenecen a la verdad, porque han nacido
por medio
de la verdad. Es decir, han sido soberanamente regenerados por el Espíritu de
la verdad. El apóstol Pedro escribió: “Siendo renacidos, no de simiente
corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece
para siempre” (1ª Pedro 1:23). La palabra de verdad es el instrumento que Dios
usa para impartir nueva vida a las almas espiritualmente muertas.
Por
esta obra de gracia soberana, Dios da ojos espirituales a quienes están cegados
por el pecado, a fin de que vean la verdad. Da oídos espirituales para escuchar
la verdad. Da nueva mente para entender la verdad. Da nuevo corazón para
recibir la verdad. Dios puso el Espíritu Santo dentro de nosotros como su
Maestro interno de verdad, que nos guía a toda verdad. Jesús dijo que este es
el caso para todos los que son de la verdad. No hay excepciones a esta
realidad. Es necesario recibir la verdad de Dios para salvar y santificar la
vida de cualquier persona.
Ser
“de la verdad” describe a quienes han recibido el llamado eficaz de Dios. Esto
a su vez ha hecho que la verdad del evangelio sea recibida y creída. Dios atrae
soberanamente a los suyos por el poder del Espíritu Santo, a fin de que la
verdad entre a sus corazones con fuerza irresistible. De pronto, se les permite
ver las verdades espirituales a las que antes estaban ciegos y contra las cuales
se habían endurecido. Es la obra de Dios el Espíritu Santo la que hace que
alguien oiga la voz del Señor Jesucristo y lo siga.
Oídos
para escuchar la verdad
Jesús
declaró: “Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, y yo les doy
vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre
que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de
mi Padre. Yo y el Padre uno somos” (Juan 10:27-30). Las ovejas oyen la voz de
Cristo, mientras que las cabras permanecen sordas a este llamado. La humanidad
depende totalmente de que el Dador de toda verdad imparta su verdad al alma humana.
Mientras
vivimos en este mundo lleno de mentiras con personas a nuestro alrededor que
dicen: “¿Qué es la verdad?”, los que somos de la verdad sabemos que Jesús vino
a esta tierra para testificar la verdad. La verdad nos testifica y nos hace
libres. Separadas de la verdad, las personas permanecerán atadas a su pecado.
Solo la verdad de Dios es lo suficientemente poderosa para romper la cadena de
acero que aprisiona al ser humano y liberarlo.
Estos
tres temas principales (rechazo de la verdad, realidad de la verdad y reino de
la verdad) se ven en este enfrentamiento entre Jesús y Pilato. También lo vemos
cuando vivimos en el mundo. Experimentamos a diario el rechazo a la verdad ya
sea en el mundo o, más sorprendentemente, dentro de la iglesia. La realidad de
la verdad nos llama hoy por medio de la Palabra viva y activa de Dios, que da
testimonio del mensaje del evangelio acerca de nuestro destino eterno. La verdad,
toda la verdad y nada más que la verdad: esta es nuestra búsqueda más noble en
este mundo.
(1)
Francis A. Schaefer, Te God Who Is Tere, en Te Complete Works de Francis Schaefer:
A Christian Worldview, 5 vols. (Wheaton, Ill.: Crossway, 1982), 1:178.
Texto publicado en el libro "El momento de la verdad" en 2019 por Editorial Portavoz (Edición en español), Capítulo 1, páginas 11-25.
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